viernes, 27 de julio de 2012

Teoría maquiavélica y opciones.

Teoría maquiavélica.

Siendo mal pensado – y acertarás, dice el dicho – parece que hemos entrado en un juego malévolo sin mirar las consecuencias, como un toro ante la muleta de José Tomás, directos a cuajar la faena perfecta de la mano que dirige nuestros movimientos.

En pleno boom inmobiliario y económico, permitido por nuestras autoridades, era fácil para nuestros jóvenes caer en la tentación de dejar la formación de lado frente a las inmediatas posibilidades que ofrecía el “dinero fácil” – aunque sudado – que suponía entrar en un mercado laboral repleto de oportunidades cuyas exigencias no eran, en muchos casos, más que las ganas de trabajar y de ganar dinero. Independencia, posibilidades de emancipación, muchos eran los atributos que mostraba el camino.
 
Ahora, cortada de cuajo la prosperidad económica anhelada, y que creían bien encaminada, por una parte importante de nuestros ciudadanos, portadores a su vez, en su inmensa mayoría, de cargas provenientes de préstamos hipotecarios con los que pretendieron cumplir el sueño de una vivienda digna – ¿ la misma a la que tenemos derecho según la Constitución? – cuyo precio inflado era aprobado por tasadoras y bancos, con el beneplácito de nuestros distintos gobiernos, beneficiarios directos del aumento desmedido e incontrolado. Ahora, que todo el que cayó en esta trampa está dispuesto a aceptar lo que sea con tal de poder hacer frente a su destino. Ahora, que la formación universitaria ha doblado el precio a pagar por tener acceso a ella, rompiendo los sueños de los menos pudientes. Ahora, que el empleado público podría ver como un mal menor los recortes en su sueldo siendo conscientes de que ellos, al menos, tienen un trabajo – de momento –. Ahora, que…
 
Ahora nos tienen donde querían. Estamos a su merced. Al antojo y deseo de la clase privilegiada, de nuestros políticos.
Los políticos sí han alcanzado el Estado del Bienestar. El de ellos y sus familias. Eso no se toca. Sí se toca, y se recorta, todo lo demás. Sí tiene que hacer un esfuerzo el pueblo. Somos más, así que apretándoos todos un poco salvaremos la situación – pensarán –. La de ellos, claro está.

¿Desempleado? ¿Empleo en peligro inminente? Estas son las opciones.
 
Es el momento del cambio. Sumidos en una crisis económica de desarrollo incierto - ¿estamos al principio, en plena travesía o al final de la misma? – y con la tasa de paro en el máximo nivel desde hace 36 años, estamos ante un punto de inflexión en la vida de muchos ciudadanos.
 
Hay aspectos sobre los que podemos incidir y otros que se escapan de nuestras manos en esta historia. No podemos  controlar el destino del país. No podemos hacer nada para cambiar los aspectos más injustos de nuestra legislación, esos que crean una separación abismal entre los derechos de la clase política y el resto. No podemos hacerlo, al menos, por las buenas, y miedo me da pensar cómo sería el camino por las malas. Lo que sí podemos hacer es intentar mejorar las opciones con las que nos enfrentamos a mejorar nuestra situación.
 
El primer punto en nuestro proyecto personal es el cambio de actitud. No es fácil. Es cierto que estamos siendo víctimas del mayor robo a mano armada con la ley en la mano y con la sospechosa pasividad del poder judicial   de la democracia, por llamarla de aguna manera, pero debemos ser fuertes para no caer, precisamente, en el victimismo. A ese punto es al que nos están llevando, al que nos quieren llevar. Al punto en el que nos tengan acorralados, sin fuerzas para luchar, dispuestos a seguir el camino que nos manden sin rechistar y sin opción a réplica, como buenos borregos.
 
Por suerte, las personas que rondamos los 30-40 años no hemos sido conscientes de los que significa luchar por nuestros derechos. Generaciones mayores sí están “curadas de espanto”. Saben lo que es vivir distintos regímenes políticos. Saben lo que significa luchar por sus libertades. Nuestros abuelos, esas personas que antes tenían el mejor sitio en la mesa, el mejor sillón de la casa, y que hoy en día parecen destinados, en muchos hogares, a la mejor esquina donde menos molesten, saben lo que es vivir una postguerra y tienen las historias de la Guerra Civil Española de sus propios padres en la memoria. Pero muchos sólo hemos vivido una época dorada en la que todo lo bueno pasaba a mejor. Hasta hoy, claro.
 
¿Cómo dejar atrás ese victimismo? Eso no se enseña. No viene en ningún manual. Está dentro de cada uno. Así de simple. Puedes recurrir al mejor psicólogo del mundo – vía que recomiendo si crees que necesitas que te aclaren el camino – pero todo dependerá de ti. Al igual que nuestros padres y abuelos lucharon en el pasado por un futuro mejor, hoy nos toca a nosotros. 

Da igual lo que hayas sido, lo que hayas conseguido, lo que te hayas esforzado anteriormente. Que fueras el aparejador más eficiente de tu empresa. Que nadie pusiera solería al ritmo y con la calidad que lo hacías tú. Que no hubiera mejor comercial en tu zona. Que supieras más que nadie del mundo de la jardinería. Que vendieras las mejores cocinas de la ciudad. Que fueras el camarero que mejor desempeñabas esa labor. Que dejaras la chapa de los coches como nadie en tu taller. Que tecleases más asientos contables que cualquier otro compañero. Que como nadie a los niños en tu guardería. Que tuvieses la mejor fruta de tu barrio. Que trabajases hasta las once de la noche en el mejor bufete de abogados de la ciudad sin cobrar las horas extras esperando una recompensa que nunca llegó. 

Ahora, si perteneces al grupo de los 5.693.100 desempleados de España, tienes que mirar adelante con más energías que nunca. Sólo adelante. Tienes que pasar de ese victimismo al que nos intentan conducir al realismo. Vivir del recuerdo de tu buena situación anterior sólo conseguirá hundirte si tu presente no está a la altura del pasado. Eso no te va a dar de comer. Eso no va a pagar la hipoteca ni las facturas. Nadie va a ir a la puerta de tu casa, nadie va a llamar a tu móvil, nadie te va a mandar un mail que te devuelva a tu buena situación anterior. Olvídalo. Sé realista.
 
Las opciones de trabajo, por cuenta ajena, son sólo las que muestre tu CV – o unas oposiciones, claro . Estarás más arriba o más abajo del montón según lo que venda tu CV. Si hacías más o sabes más de lo que tu CV enseña al que lo lee, eso queda para ti. Sólo tendrás la opción de desplegar tu batería de conocimientos en los pocos minutos que tengas en una entrevista de trabajo. Pero para llegar a esta será tu CV, lo que él muestre, el que te de la oportunidad de poder explicarte. Eso o una mano amiga que te eche una mano, bien escaso en estos tiempos cuando de trabajo hablamos.
 
Si tienes un colchón de liquidez y una economía que te lo permite pese a estar desempleado, o si ves que tu puesto peligra y quieres cubrirte las espaldas, es el momento de adornar tu CV. Ampliar conocimientos es ampliar nuestras futuras opciones laborales. Pero el fruto del esfuerzo será a largo plazo, y probablemente, con el sobre esfuerzo que supondrá conseguirlo compaginándolo con un futuro empleo que sea en condiciones poco favorables. Tendremos que redoblar nuestros esfuerzos para conseguir "vender la moto", vendernos mejor. Porque, ¿qué tiene hoy en día tu CV de especial para que seas tú el elegido y no otro? Si te quedas sin respuesta objetiva a esta pregunta, no hay más que hablar. Si tu CV "vende una moto" que no hay en el mercado y sigues sin sacarle provecho, pasa al siguiente párrafo.
 
Otro aspecto importante es tu rango geográfico de acción. A mayor rango, mayores opciones. Si estás dispuesto a cambiar de residencia aumentarán tus opciones de encontrar trabajo. Pero, claro, no en cualquier sitio. Si amplias tu rango geográfico a lugares donde tu CV sigue siendo uno más del montón, apaga y vámonos. Así pues, tendremos que valorar lugares donde nuestro CV tenga más valor que en nuestra localidad. Ciudades, regiones o países donde nuestro CV tenga opciones reales y donde la contrapartida sea lo suficientemente buena para cubrir tus desplazamientos, tus gastos de estancia en ese lugar y tus gastos fijos en tu ciudad de origen. Cuantificar económicamente los lazos sentimentales, la familia, los amigos, tu barrio, tu vida actual, lo que dejarías si te marchas, es ya una valoración muy personal. Unos, a esa contrapartida básica inicial le sumarán sólo un euro más. Otros pondrán el baremo más alto. Todo depende de una combinación entre la necesidad de cada uno, las pretensiones y los lazos que le unen a su lugar de origen.
 
La otra opción es el autoempleo. Nada fácil. Para mí, lo importante es tener dos cosas. La primera cosa es tener una idea. Una buena idea. Una idea que cubra una necesidad demandada. Una idea que sea realizable desde el punto de vista empresarial. La segunda cosa importante es la actitud ante esa idea. Deseo, ganas de desarrollarla, pasión por ella, perseverancia, sacrificio, superación, ganas de aprender antes y durante el desarrollo de la idea, ser emprendedor. Si tienes la suerte de tener esas dos cosas, adelante. ¿El dinero? Si tienes esas dos cosas, adelante. El dinero lo encontrarás. El que tú dispongas. El de amigos y familiares a los que les expongas tu plan de negocio y que quieran invertir en él. Después, o antes, tenemos a los bancos. Las entidades de capital riesgo. Las incubadoras de negocio. Los inversores particulares a título personal. El dinero, si la idea y tu plan de negocio son buenos, no es un problema, tardes más o tardes menos en encontrar la puerta idónea que te permita luchar por tu sueño.
 
Tenemos, estas opciones. O quedarnos esperando la llama divina mientras ponemos en práctica ese victimismo del que antes hablaba. Nosotros decidimos.