viernes, 14 de enero de 2011

Regreso al Futuro.


¡No os lo vais a creer! ¡He cumplido el sueño de la humanidad! No, no, no he quedado a cenar con Sara Carbonero. Ese sería el sueño de la mitad de la humanidad. Bueno mira, he cumplido uno de ellos, ya está… ¡He viajado en el tiempo en un DeLorean sesenta años hacia el futuro! No veas cómo estará el patio…
El caso es que me he traído del futuro una carta. La última carta que escribió, o que escribirá, uno de los ex Presidentes del Gobierno del futuro, que hoy en día debe ser un joven de no más de treinta años, así que igual al leerla ya va a saber que es suya…
Por cierto, el hombre se ha quedado un poco “pillao”, porque dice cosas muy raras en la carta. Dice así...

“Queridos ciudadanos, en mi lecho de muerte quiero hacer algo distinto a lo que vengo haciendo desde que era joven. Quiero ser sincero. Quiero contar la verdad. De todo no, que no me queda tanto tiempo, pero sí al menos del inicio de mi historia.
Todo comenzó una calurosa tarde de agosto de hace unos setenta años. En plena ola de calor, mientras pasaba la dura jornada distraído con el ¡Hola! una sensación desconocida me hizo dar un salto de la hamaca.  Una abeja de mirada asesina me había elegido para atravesarme con su lanceta. Con mi experiencia médica tras visionar cientos de capítulos de “Hospital Central” y “House” mis sentidos se centraron en reparar el daño ocasionada por Maya, como la bauticé mientras agonizaba.
De camino hacia el puesto de Socorro, el único quiosco de toda la playa regentado por la sobrina segunda del primo de la mujer del alcalde del municipio gracias a una concesión administrativa de carácter indefinido realizada en concurso "poco público", y que dicho sea de paso era un poquito diva a sus 19 años, algo me deslumbró. Rápidamente reaccioné y cogí de mi mochila mis gafas de sol con cristal polarizado. “¡Eureka!”, le decía un padre a su hija de unos cinco añitos mientras esta le arrojaba con cariño puñados de la fina arena de la playa que caía en el fondo del vaso de tinto de verano del que daba buena cuenta su progenitor. Al volver mi mirada hacía el haz de luz tras la distracción de la llamada de atención de ese padre me quedé parado. Bueno, parado estaba desde hacía unos meses… Quiero decir que me detuve. “¡Que ven mis ojos!”, me dije yo a mi mismo.
Ahora podía ver con total nitidez el causante de mi ceguera momentánea. El sol había proyectado uno de sus rayos hacia un Porsche Carrera GT de 612 CV, color negro. Nuevecito.
Mientras caminaba embelesado por la belleza de esa máquina de la ingeniería no caí en la cuenta de que Socorro estaba dando por terminada su dura jornada laboral. Por el ángulo formado por el rayo de sol que reflejado en el vehículo se encontró con mis ojos verdes -bueno, marrones normales-, calculo que serían no más de las siete de la tarde. Todos sabíamos de la amabilidad de Socorro. Una vez que empezaba a echar el cierre podías olvidarte de tu idea de comprarte un Frigo Pie…
Al llegar a la altura de Socorro, con mi moneda de un euro en la mano para mostrarle una clara señal de mi intención de consumir en su quiosco, me detuve ante ella. Me miró, dirigió su mirada a mi moneda, hizo un gesto de indiferencia acompañado de un movimiento al viento de su melena, me dio la espalda e hizo girar la llave para cerrar la puerta del quiosco. Sin volver su mirada comenzó a caminar. Introdujo su mano derecha en su bolso Louis Vuitton y sacó de él unas llaves. Mientras caminaba con esas llaves en la mano, observé como el Porsche Carrera GT negro de 612 CV le daba la bienvenida haciendo parpadear sus intermitentes. Se monto. Y desapareció.
Ese momento cambió mi vida. Caí como fruta madura del árbol de la ignorancia y despertó en mí un nuevo sentido. El sentido del PODER. Digo del PODER de capacidad, de fuerza, de autoridad… en pocas palabras: de hacerme rico.
Me dije, en un ejercicio de astucia que ni la inteligencia americana en sus mejores tiempos podría haber logrado, lo siguiente: “Si Socorro tiene un bolso Louis Vuitton –unos mil euros-, un Porsche Carrera GT negro de 612 CV –unos 380.000 euros-, un quiosco en la playa de cinco metros cuadrados –el único de toda la playa, eso sí, pero que para tanto no da-, su tío se dice que es un enchufado en una gran empresa gracias al marido de su prima, con el que se lleva my bien, y que viene a ser el alcalde y padre de Socorro, que además dicen las malas lenguas que se está forrando con historias raras, y viendo como veo que a Socorro no le va nada mal… blanco y en botella… ¡ya sé qué quiero ser! ¡Político! Si esto pasa aquí, ¡¿qué no pasará más arriba?!”
Así es amigos. Este es el motivo por el que luché por llegar al PODER. Y ya ven si lo conseguí. Ahora, en mis últimos momentos es cuando me doy cuenta del mal que he hecho. Ahora me arrepiento de haber sido uno más entre los corruptos que yo mismo detestaba cuando era joven y mi sentido del PODER no se había aún despertado. Por eso, os ruego me disculpéis para que mi alma descanse en paz.
Vuestro ex Presidente.”

Esto que habéis leído es sólo "ciencia ficción"... pero por si acaso, esperemos que los jóvenes de unos treinta años que vayan a ser futuros Presidentes del Gobierno lean esta carta, una carta imaginaria del futuro, y recapaciten sobre lo que van a hacer y cómo lo van a hacer, para que no tengan así motivos que les obliguen a tener que hacer una carta de arrepentimiento como esta dentro de unos sesenta años... si es que llegan a arrepentirse de algo.
¡O mejor me olvido de lo que estamos viviendo y me monto de nuevo en un DeLorean para hacer como Marty McFly en este video!



Andrés.

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