Estamos en un momento duro. En general. Muchas personas lo están pasando mal. Muchas familias. Todos somos afectados reales o potenciales de este mal momento o de cualquier otro que este por venir a lo largo de la vida.
El baloncesto puede verse sólo como un juego. Pero no, es algo más.
Han pasado 20 años desde que entre en contacto con una pelota naranja. Han pasado volando. Y sigo ligado a ella. De un modo u otro, pero lo hago. Ahora viendo partidos, informándome, siguiendo jugadores, ligas, números, estadísticas, videos, o jugando con los amigos, y desde hace poco escribiendo en este espacio o en mi twitter.
Todo empezó por casualidad. Como las cosas buenas de la vida. Estas en el colegio y un amigo te dice que vayas con él a probar con su equipo. Te escogen. Te vas enganchando poco a poco y sin saber por qué. Empiezas a ver videos de la NBA. Analizas los movimientos de tus jugadores favoritos una y mil veces intentando empaparte de ellos para llevarlos a la práctica. Usas cualquier parte de tu casa como si fuera una cancha de basket. Mejoras. Cambias de equipo. Eres un canterano de un club y te ves con la misma camiseta que tus ídolos. Sueñas con llegar donde están ellos. Entrenas mil y una horas. Juegas en tu tiempo libre. Juegas hasta en tus sueños. Ves revistas. Ves más basket por televisión. Sigues progresando. Llega una oportunidad. Pero no la superas. Lesiones, falta de confianza, te estancas, no vales. Da igual, no has pasado el flitro. Cuando lo aceptas, el basket pasa a un segundo plano. Estudias con más dedicación de lo que lo hacías antes. Sacas una carrera. Trabajas. Emprendes retos muy distintos al de la cancha. Pero no dejas el basket. Él ya está en ti.
Ahora ya sólo juegas con amigos. Siempre te sientes parte de este mundo de gigantes y no sólo cuando te atas las zapatillas, entras en la pista, tocas la bola, te lo pasas bien con tus colegas, haces buenas jugadas, u otras que no las culminas porque tus tobillos y rodillas dicen “hasta aquí hemos llegado por hoy”. No importa que no llegaras. Es tu pasión y es parte de ti y de tu vida.
Para mí, el baloncesto es un buen escaparate en el que fijarme para afrontar el día a día.
Ahora la vida es una cosa seria. Muchas veces, como ahora, es dura. Ya no te reta otro jugador. Ya no tienes la presión de remontar. Ya no tienes el gusanillo del partido. Ya no te vienes arriba cuando “lo bordas”. Ahora el reto es el día a día. Tu negocio. Tu trabajo. Tus rivales son ahora tus clientes, tus proveedores. Ahora tienes la presión de cumplir otros objetivos. El gusanillo lo tienes en el estómago cuando estás a la espera de los resultados de tu esfuerzo, o cuando vas a entrar a una reunión importante. Ahora te vienes arriba cuando ha ido bien la reunión, cuando has convencido al que tienes delante. Ya no juegas con las manos, con tu cuerpo. Ya no fintas. Ahora juegas sólo con tu cabeza. Juegas con tus palabras. Con cómo las dices. Con tu expresión corporal. Ahora la liga no dura 30 jornadas y los partidos 40 minutos. No, no. Ahora los partidos los juegas todos los días. Estas en un nivel más allá de la mejor liga del mundo, de la NBA. Aquí están todos. Los mejores, los más sucios, los más inteligentes, los más pillos, los más honestos, los más… Si hoy pierdes, si hoy no consigues tu objetivo, no hay tiempo para lamentaciones. Mañana suena el despertador y empieza otro partido.
El baloncesto me ha ayudado mucho en mi vida real. No he sido profesional, pero me ha dado mucho. A algunos de mis mejores amigos. Me ha dado una disciplina. Me ha hecho entender el poder de la mente, el creérmelo si quiero lograrlo. El valor del compañerismo. El sacrificio. Me ha dado la posibilidad de tener una afición a la que dedicarme (que no todo el mundo la tiene!), un deporte que practicar, un tema del que escribir públicamente para ayudarme a liberar mi mente de mi día a día.
Como me dijo hace poco un gran amigo en un momento duro… “el partido no acaba hasta que suena la bocina”. Y así es. Mientras el balón está en juego, o crees en la victoria o pide el cambio porque nadie va a botarla por ti, ni a pasarla por ti, ni a meterla por ti. Puedes recibir ayudas, segundas ayudas, bloqueos, pero al final eres tú. El equipo ya no va uniformado y en tirantas. Tu equipo en esta liga es tu familia, son tus compañeros de la vida, tus amigos de verdad, la gente que te quiere y te respeta, el amigo que te recuerda que la bocina no ha sonado y que no ha terminado el partido. Como en el baloncesto, tú sólo no puedes ganar ni un partido. Necesitas a tu equipo.
Ahora, que estamos en momentos difíciles, extraigo las enseñanzas que mi pasión me ha aportado y que mi equipo me ha ayudado a recordar. “Apóyate en tu equipo”, “cree en la victoria”, “da el cien por cien”. Sólo así tendrás la opción de ganar.
¿Aún te lo planteas? ¿Aún te planteas si... "el baloncesto es sólo un juego"?
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