jueves, 30 de diciembre de 2010

Tú.


Respiro tranquilo. El mundo cambia de ritmo. Acostado. A tu lado. Mis dedos comienzan a teclear. No hay guión. Pienso en el día que hemos pasado. Me siento afortunado. Las calles del centro rebosaban de alegría mientras me dejaba llevar de tu mano. Tú, diferente a todo. Yo, a tu lado, un afortunado. Juntos. A nuestro aire. Tú aquí. Yo allí. Distancia visual. No te veo. Pero te siento. De nuevo estás aquí.
Una cosa curiosa mientras te esperaba. Parado en la calle. Mirando a la gente. Quería llegar al fondo de cada uno. Todos eran interesantes. Todos tenían algo de magia. Ese, ¿qué hará bien? Aquella, ¿qué me podría enseñar? Hasta en eso me haces verlo todo distinto. Estaba viendo un mundo bueno. Un mundo donde todos somos. Donde todos tenemos un don especial.
La ciudad es la misma. Las calles, iguales. Las personas, no cambian. Nuestra cama, la de cada noche. Cuando la vivo sin ti, no es la misma. Cuando las ando sin ti, no son iguales. Cuando las veo sin ti, cambian. Ella en soledad, no es la misma. 
Pienso en mañana. En las todas las mañanas. Son siempre soleadas al verte a mi lado. Pintas mis días y en tu paleta sólo hay colores de vida. Colores de alegría. Colores de esperanza. Colores cálidos. Colores pasionales. No tienes el negro. Ni siquiera el gris.
Un cachito de ti. Eso me sobra.
Sonrisas. Brillo. Cariño. Amor. Pasión. Tú.
Un rinconcito del mundo. Hacerte reír.


Andrés.

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